domingo, 9 de septiembre de 2012

Curiosidades de la Grecia clásica V



Sobre el origen de la palabra Falange
Falange significa literalmente “leño”. Lo normal era que los griegos dispusiesen a sus tropas en filas, de hasta 8 de profundidad, de forma que hasta los hombres de la última tuvieran oportunidad de luchar. Epaminondas, general tebano, innovó la formación creando una columna, en la parte izquierda, de 50 filas. La idea era que funcionase como un ariete, penetrando en las líneas del enemigo. Parece ser que funcionó exactamente como esperaba pues con ella derrotó muchas veces a los espartanos.
Pelópidas y sus travelos tebanos
Este es uno de los episodios más hilarantes que me he encontrado. Los comandantes espartanos, que entonces dominaban la península griega, celebraban un festín. Pelópidas junto con un grupo de soldados tebanos se disfrazaron de mujeres y se colaron en la fiesta.
En el último momento un traidor les delató entregando a un espartano una nota “relativa a un asunto urgente”, pero el general la despachó sin leerla diciendo “Los asuntos para mañana.” Pelópidas y sus soldados travestidos atacaron, cogiéndoles totalmente desprevenidos, y liberando la ciudad.

Sobre Dionisio de Siracursa
Se cuentan sobre él 3 historias bastante conocidas:
La espada de Damocles.
            La primera menciona a Damocles, un cortesano que envidiaba el poder y la buena fortuna de Dionisio. Dionisio le preguntó si deseaba ser tirano por una noche y Damocles aceptó gozosamente. Esa noche se sentó en el sitio de honor de un gran banquete y, casi de inmediato, observó que la gente miraba fijamente hacia un punto situado por encima de su cabeza. Al levantar la vista vio una espada colgando de un pelo de crin de caballo justo por encima de él. Dionisio le explicó que su vida estaba siempre amenazada y que si Damocles quería ser tirano durante una noche, debía soportar la amenaza durante todo el banquete.


La campana de Dionisio
                Se dice que Dionisio mantuvo el poder gracias a una vigilancia sin descanso (pues no faltaban enemigos que quisieran asesinarle). Su habitación se había construido en el extremo estrecho de una cámara con forma de campana, con la prisión para disidentes al otro lado. Gracias a la genial acústica podía oír desde sus aposentos cualquier conversación que tuviera lugar en la prisión y enterarse de las conspiraciones contra él. Otra versión más oscura dice que el objetivo de la cámara era amplificar los gritos de sus prisioneros cuando eran torturados.

La amistad de Pitias y Damón
La última historia trata sobre Pitias, un hombre condenado a morir ahorcado. Pidió a Dionisio unos días para poder poner en orden sus asuntos y despedirse antes de morir y un amigo suyo, Damón, se ofreció como rehén mientras Pitias estuviese fuera. Llegó el día de la ejecución y al no haber señales de Pitias se dispusieron a ejecutar a Damón. Cuando le estaban poniendo la soga al cuello se oyeron unos gritos. Era Pitias, que había sufrido un retraso inevitable y galopaba lo más rápido que podía para que le colgaran a él. Dionisio quedó tan impresionado por esa muestra de amistad que le perdonó la vida, diciendo que ojalá él tuviera amigos así de leales.

Demóstenes, Esquines y el origen de la palabra "Filípica"
Fue el orador más grande que conoció Atenas. Pero no nació con talento natural, se forjó a sí mismo a base de esfuerzo. Se afeitaba sólo una parte de la cara, para obligarse a permanecer encerrado estudiando. Copió a mano 8 veces la obra de Tucídides para aprender bien su estilo. Tenía algún tipo de impedimento en el habla, que solucionó metiéndose guijarros en la boca para forzarse a pronunciar con claridad. Y también solía declamar en la costa para desarrollar una voz potente y clara y hacerse oír por encima de las olas.


Durante toda su vida se opuso fieramente a Alejandro Magno y su padre, Filipo. Pronunció 3 grandes discursos en su contra, azuzando al pueblo de Atenas para que se unieran contra él. Son las conocidas “Filípicas”.
En 330AC Atenas le premió con una corona de oro, en honor a los servicios prestados. Esquines, otro orador que no estaba de acuerdo con él, se levantó y pronunció un discurso magistral en su contra. Lejos de amilanarse, Demóstenes le replicó con su disertación “Sobre la corona”.
Esquines se vio obligado a abandonar Atenas. Se retiró a Rodas y pasó allí el resto de su vida dirigiendo una escuela de oratoria. Se cuenta que un estudiante, al leer aquel discurso de Esquines contra la corona se preguntó cómo era posible que hubiese perdido el duelo. “¡Ah! -respondió Esquines -, no te maravillarías tanto si hubieses leído la réplica de Demóstenes.”

Origen de la expresión “Victoria pírrica”
           Pirro fue el rey del Epiro hacia el 275AC. De carácter belicoso, se ofreció como mercenario al mejor postor. Tarento, ciudad del sur de Italia, le pidió ayuda para librarse de ciertas tribus norteñas, inusualmente organizadas, que le estaban atormentando. Eran los romanos.
                Pirro llevó su ejército con elefantes y gracias a ellos (los romanos nunca habían combatido contra algo así), consiguió varias derrotas. Pero los romanos estaban aprendiendo. En una de las batallas alguien felicitó a Pirro por su victoria y éste contestó: “Otra victoria como ésta y estoy perdido”. Una victoria pírrica es aquella obtenida con tantas pérdidas que casi equivale a una derrota.
                En la siguiente batalla los romanos, que ya cogieron el truco a los elefantes, les dispararon flechas en llamas. Los paquidermos, presas del pánico, se volvieron y huyeron arrasando a su propio ejército.
                Pirro abandonó sin más miramientos Italia y siguió guerreando en otras partes. Pero no murió en batalla sino en la calle. En Argos una mujer le tiró una teja a la cabeza.

Sobre el peligro de ser amigo de Pericles.
Pericles tuvo muchos enemigos que, como no podían derrocarle, la emprendieron contra su allegados.
A Fidias, escultor del Partenón, le acusaron de apropiarse indebidamente fondos destinados a la construcción de la obra y de sacrilegio, pues (decían que) sobre es escudo de Atenea incluyó retratos de sí mismo y de Pericles. Murió en prisión mientras se celebraba el segundo juicio.


 Anaxágoras, filósofo presocrático, fue maestro y amigo de Pericles. Creía que los cuerpos celestes estaban formados por los mismos materiales y obedecían a las mismas causas que la Tierra. Las estrellas y los planetas, decía, eran rocas en llamas, y el Sol, en particular, según creía, era una roca caliente al rojo blanco más o menos del tamaño del Peloponeso.
Le acusaron de herejía (negaba la existencia del dios Helios). Pericles logró, empleando toda su influencia para ello, que le absolvieran. Anaxágoras, sintiéndose inseguro en Atenas (con razón) abandonó la ciudad y se retiró a Lampsaco donde vivió el resto de sus días.
Protágoras, el mejor de los sofistas, fue el primero en analizar cuidadosamente la lengua griega y en elaborar las reglas de la gramática. Cuando ya tenía 70 años le acusaron de ateísmo, por poner en duda públicamente la existencia de los dioses. Fue desterrado de Atenas y, mientras se hallaba en camino a Sicilia, se perdió en el mar.

Anábasis – La expedición de los 10.000
Encuentro esta historia impresionante. En el 404AC muere Darío II, rey de reyes persa. Le sucede en el trono Artajerjes II, su hijo mayor. Ciro el Joven, el hermano pequeño, conspira contra él. En Grecia recluta un ejército de 10.000 hombres y se adentra con ellos en territorio persa, buscando enfrentarse a su hermano.
Ambos ejércitos se encuentran en Cunaxa, a 140km de Babilonia. La batalla le es favorable pero Ciro se impacienta, carga contra su hermano (bien protegido por la guardia real) y muere en el intento.
Los 10.000 griegos están a 1.700km de su patria, con el hombre que les iba a pagar muerto y completamente rodeados de enemigos. Los persas, que acababan de ser derrotados pese a superarles varias veces en número, no se atreven a atacar. Envían un emisario en busca de los generales griegos para firmar un armisticio, pero cuando éstos acuden a las tiendas persas les traicionan y asesinan a todos.

La situación para los griegos, ahora que se han quedado sin comandantes, pinta aún peor. El sátrapa persa no les ataca; está convencido de que los soldados se unirán al ejército persa o, en el peor de los casos, se disgregaran en pequeñas bandas con las que podrán acabar con facilidad. Pero en vez de eso Jenofonte tomó el mando.
No podían volver por donde habían venido porque los ejércitos persas bloqueaban el camino. Así que decide marchar hacia el norte, siguiendo el curso del Tigris, defendiéndose sin problemas de los ataques persas y las tribus que se encontraban. Después de 5 meses consiguen llegar a la costa del Egeo, plagada de ciudades comerciales griegas, y de allí logran volver a casa.
Jenofonte escribió la Anábasis, o “marcha al interior”, narrando su aventura.
Había logrado lo inimaginable: un pequeño contingente de griegos, aislado a 1.700 kilómetros en el interior de Persia, se había desplazado prácticamente a voluntad por sus dominios y había salido de ellos sano y salvo. Su éxito, además de demostrar la innegable superioridad militar de los griegos sobre los persas, demostró que era posible una expedición a las tierras del Gran Rey.
A Agesilao, el rey canijo y cojo de Esparta, le brillaron los ojos al enterarse. Reclutó a cuantos pudo de los 10.000 y marchó dispuesto a conquistar Persia. Lejos de salirle bien acabó perdiendo el dominio espartano sobre Grecia y hundiéndola en la miseria.


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